Mi primer trabajo serio fue en un periódico. 

Yo estaba haciendo un programa como radioaficionada sobre literatura en el que unas amigas yo yo íbamos a entrevistar a los escritores de la época y a leer textos. 

Estuvimos un año trabajando en eso. 

Fuimos a presentar el programa y yo llamé a todos los medios pero el día que lo hice supe que era el día de los periodistas de una forma casual. 

Llamé a un periódico local, hablé con el redactor-jefe y le anuncié la presentación y luego le felicité porque era el día del periodista. 

A raíz de eso, empezamos a charlar y, cuando acabamos me dijo «llévame el CV» y por la tarde estaba en la redacción con mi C.V. y al día siguiente ya estaba trabajando en el periódico…. cosas que pasan. 

Estuve a prueba un mes. 

Cuando terminó el mes, el redactor jefe tenía que elegir a dos personas de tres que estaban en prueba. 

Una de ellas era muy buena periodista, con olfato para conseguir noticias  pero redactaba fatal. 

Otra de ellas era periodista de profesión que escribía muy bien pero no tenía la habilidad de lograr noticias como la anterior. 

Luego estaba yo, que no era periodista, no tenía olfato periodista pero tenía dos virtudes: escribía muy bien y era la mejor maquetando.

¿Adivinas quién se quedó? Piénsalo antes de seguir leyendo….

¿Ya?

El redactor jefe fue muy inteligente y echó a la de en medio. Se quedó con la buena periodista que redactaba fatal y conmigo. 

¿Sabes por qué?

Porque el redactor jefe era muy malo maquetando así que lanzó a la calle a la buena periodista para que buscara sus noticias y  a mí me convirtió en periodista de cierre (que, por cierto es un trabajo precioso). 

Yo le ayudaba con las cosas informáticas, la maquetación, los pies de foto, enviar a rotativa, corregir los textos de la otra periodista…. 

Discutía mucho con mi madre porque mi trabajo empezaba a las nueve de la noche… pero yo disfrutaba con aquel trabajo. 

Con esto te quiero decir que… igual que yo no necesité tener el título de periodista para pasar el filtro de un trabajo, tú no necesitas ningún título para escribir un libro. 

A un lector, tus títulos se la refanfinflan, lo que les interesa es lo que tú les puedes solucionar y esa… es la verdadera autoridad. 

Por eso en mi formación no sólo trabajo los aspectos meramente prácticos sino también los emocionales porque las grandes barreras del escritor están en lo que piensan de sí mismos.  

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