Ramón López Pérez escribió una serie de libros relacionados con el mundo aborigen australiano, guiado por uno de sus amigos de espíritu al que él llama «El rastreador». Estos libros están llenos de enseñanzas chamánicas de este mundo tan lejos del nuestro y en él cuenta relatos sobre la conexión de estos sencillos hombres y mujeres que aprenden a escuchar el sonido de lo mágico entre las hojas mecidas por el viento. En sus relatos, Boomerang habla de conexiones con el doble, ejercicios de chamanismo, el contacto con la naturaleza y alimentos australianos, la conexión con la magia del desierto… en definitiva un mundo que sólo a través de estas palabras sabias nos es revelado a los urbanitas que vivimos a miles de kilómetros de ese continente tan mágico.
Introducción del libro:
Desde los años setenta, los aborígenes de Australia gozan de los mismos derechos que los demás ciudadanos.
Pero debido al contacto con el mundo blanco, la mayoría de ellos se siente ajeno a la cultura de sus antepasados, y al mismo tiempo arrastran una pobreza material que les induce al desarraigo y al alcohol.
Ya no tienen acceso a los sueños y a la mitología que guiaba el camino de sus ancestros.
Las historias que ellos cuentan no son “cuentos” en sentido europeo del término: ellos diferencian entre narraciones populares y la mitología sagrada.
El título del libro va en consonancia con la cultura aborigen, el bumerán es el símbolo que más define la idiosincrasia como raza, como nación de cazadores y de pueblo nómada.
Es un arma que tras ser lanzada, si no impacta en el objetivo, regresa a su punto de origen debido a su forma peculiar.
Los bumeranes pueden tener, cualquier número de palas; estas no tienen por qué ser iguales ni el bumerán simétrico.
Existen con formas de: V- W- con tres palas distribuidas como las aspas de un helicóptero, con forma de canguro, tortuga o pez.
La sustentación en el aire se debe a su forma con un perfil similar al de las alas de un avión.
Actualmente está muy extendido en uso deportivo del boomeran.
Otro instrumento de la cultura aborigen que merece una reseña especial es el DIDYERIDÚ.
Básicamente es un tubo de madera, el cual se hace sonar al vibrar los labios en el interior. Se supone que tiene unos 2.000 años de existencia aunque los propios aborígenes le dan una antigüedad de hasta 40.000 años.
El término de DIDYERIDÚ no es de procedencia aborigen, es la adaptación al castellano de la palabra “DIDGERIDOO”, que es el que le dieron los británicos en sus primeras incursiones a la isla.
Su principal función es la de acompañar un baile y a un cantante, sirviendo como instrumento de acompañamiento, así como marcando el tiempo para el ritmo de las canciones.
El árbol del que se construye este objeto musical, es el de un tipo de eucalipto de la zona, agujereado por las termitas, que se comen la parte central del tronco.
Es posible modular la vibración musical obtenida, moviendo los labios y la lengua, o sumando a la vibración sonidos surgidos de la garganta.
Un DIDYERIDÚ, mide entre 6 y 12 cm de diámetro, y su largo puede variar desde 80 centímetros hasta dos metros o más.
El largo del instrumento determina la gravedad de su sonido. Algunos presentan un ensanchamiento en su boca inferior, semejante a una trompeta. Muchas veces, la boca superior, por la cual se sopla, presenta una cubierta de cera de abejas para prevenir la irritación de los labios a causa del roce.
Una de sus particularidades es que se puede tocar durante un tiempo ilimitado mediante una técnica denominada respiración circular, que consiste en mantener continuamente una cierta presión de aire en la boca, inhalando aire por las fosas nasales.