Silvio Rodríguez y Pablo Milanés hacían las delicidas de los amantes de la canción de autor que formaban parte de mi generación. Los dos fundaron el movimiento «La nueva trova Cubana» (en honor a la «Vieja Trova Santiaguera») se convirtieron en los cantautores oficiales del gobierno de Fidel Castro.
Evidentemente sus canciones tienen tintes políticos y por ello muchos movimientos afines eran seguidores de estos cantautores… sin embargo, es inevitable reconocer el legado musical que han dejado estos cantautores en el panorama de la canción de autor. Los que amamos sus canciones al margen de las cuestiones políticas valoramos la gran calidad de sus letras, el uso de recursos poéticos y la influencia de otros grandes como Bob Dilan así como el dominio de uno de los instrumentos más bellos y sonoros como es la guitarra, estandarte del cantautor por décadas.
Sin embargo, los seguidores de estos cantautores, nos decantábamos por uno u otro con enorme exclusividad. Por eso, en un microuniverso protagonizado por ellos, nos dividimos los silvianos de los milaneses (los seguidores de Silvio Rodríguez y los de Pablo Milanés).
Los amantes de Pablo Milanés amaban de él su voz, sus extrañas combinaciones musicales con demasiados bemoles y sostenidos y sus letras más comerciales.
Los Silvianos perdonamos la estridencia de la voz de Silvio en favor de sus increíbles composiciones poéticas y su dominio de la guitarra.
Parecían dos mundos casi irreconciliables y aunque forma parte de un pasado que ya casi no importa, el caso es que los ahora viejos seguidores de estos dos grandes, seguimos entendiendo esta bifurcación musical.